viernes, 12 de agosto de 2016

Los violentos lo arrebatan

Fotografía de Dorothea Lange

Desde los días de San Juan Bautista hasta ahora, 
el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
Mateo 11:12 


   Cuando leí a Flannery O'Connor por primera vez sentí un placer extraño, una incomodidad morbosa. Había algo desagradable en aquellas páginas, y precisamente por eso me resultaban tan hipnóticas, por eso seguía leyendo. Hay misterio en la miseria humana, una oscuridad que entendemos, que conocemos, pero que no podemos descifrar del todo. Si algo caracteriza a las historias de Flannery O'Connor es que rezuman miseria en todas sus vertientes. Leerla es como mirar un cuadro grotesco, deforme, mal hecho. "Es feo", piensas, pero ahí sigues, mirándolo, y pronto descubres que no puedes apartarte, que necesitas mirar porque esa fealdad esconde una verdad que nunca antes habías visto, una verdad que sólo puede mostrarse así, siendo fea, mal hecha.
    Flannery O'Connor nació en Savannah, Georgia, en el seno de una familia católica rodeada de un mar de protestantismo. Vivió envuelta por el fervor religioso, por el fanatismo y la idea de que Dios era la única salvación posible. Su vida estuvo fuertemente marcada por la iglesia y su contraste con la locura evangélica del sur, donde todo el que se sintiera con fuerzas podía agarrarse a una biblia y pregonar la palabra de Dios. El sur de los Estados Unidos era una cuna de racismo y pobreza en la que surgían predicadores de cualquier parte. O'Connor, como recta católica, observaba este mundo y lo condenaba. Para ella, de hecho, el mundo no tenía salvación posible. Su vida, además, fue corta (murió en 1964 a los 39 años) y estuvo marcada por la sombra de la enfermedad.
    Pasó la mayor parte de su existencia recluida en "Andalusia", la granja familiar, desde donde produjo toda su creación literaria. A pesar de su imposibilidad para andar sin ayuda de muletas, y su delicada salud, era una mujer fuerte, en comunión con las costumbres de su tierra y un agudo sentido del humor. Era capaz de escribir cosas terribles con una importante carga de humor negro. Se la considera, junto a Faulkner y Tennesse Williams, un exponente del gótico sureño, afirmación de la que me gustaría saber qué opinaba, pues muchos la clasificaban como naturalista y en este sentido O'Connor siempre se mostró en contra. Yo, por mi parte, prefiero verla como una rara avis, exótica como los pavos reales que se paseaban por su granja y tan marcada por la religión que no imagino cómo podría haberla eludido en sus obras. O'Connor, al igual que sus personajes, estaba supeditada y abocada a ella.
Flannery O'Connor en su granja.
    No es de extrañar, por tanto, que el título de la que fue su segunda novela, traducida en su primera edición como "Los profetas", sea parte de un versículo bíblico que ya nos da la primera muestra de la ambigüedad moral que, en mi opinión, podemos encontrar en sus dos novelas ("Sangre sabia" y "Los violentos lo arrebatan") y, estimo (todavía no he leído su obra completa), que también en su colección de cuentos. Pero dejaré este tema para más adelante y os hablaré un poco sobre qué trata "Los violentos lo arrebatan".
    La historia se centra en el personaje de Francis Marion Tarwater, un adolescente testarudo que vive en mitad de la nada con su tío abuelo, un autoproclamado profeta. El anciano ha pasado toda su vida repitiéndole a Tarwater que sólo dos cosas tienen que preocuparle: una de ellas es asegurarse de que cuando muera, él se encargará de enterrarle como Dios manda, la otra es bautizar a Bishop, un niño con síndrome de Down hijo del otro protagonista de la novela, Rayber. 
Rayber es un maestro de escuela y padre soltero que intentará limpiar la mente de Tarwater de todas las patrañas religiosas que su tío-abuelo le hizo creer, porque el anciano no sólo encargó estos dos cometidos al chico, sino que le anunció que él se convertiría también en profeta y, por tanto, tendría que estar a la altura de lo que Dios esperara de él. 
    Tras la muerte del tío-abuelo, Tarwater va a vivir con Rayber y en este punto es donde se generan todos los conflictos de los personajes.

«Era como cuando intentaba gritar en sueños. 
El sonido se impregnaba de silencio, se perdía».

Por un lado tenemos a Tarwater, el foco central de la novela y a través del cual Flannery O'Connor refleja un estado de rabia, de furia contra el mundo, de necesidad de liberación y de autocondena, pues Tarwater, a pesar de que proclama contra todo y todos que él no se rige por nada ni por nadie más que su propio criterio, no es más que un pez que coletea furiosamente fuera del agua. Sus esfuerzos son vanos, no avanza porque no tiene medios para hacerlo. El chico lucha contra él mismo, contra las profecías de su tío-abuelo, contra Dios y contra todo el que se atreva a decirle lo que debe hacer, pero sus explosiones no son más que humo. Tarwater está condenado desde el principio de la novela y O'Connor en ningún momento pretende dar al lector esperanzas de lo contrario.
    Por otro lado está Rayber, el punto de razón del libro, el único que parece comprender la locura en la que estaba sumido el anciano y lo mucho que eso ha perjudicado a Tarwater. Él quiere ayudarle, darle una educación, una oportunidad en la vida, pero Rayber también se encuentra en una lucha constante. Él logró escapar de las garras del fanatismo religioso, tener un pensamiento propio, pero su batalla proviene de otro frente, su propio hijo: Bishop.

«Se quedó allí, borroso y antiguo, 
como un niño que llevara siglos siendo niño».

    Rayber ve a su hijo como una condena, un ser mal hecho que llegó al mundo por error. Rayber le quiere, pero no es un amor incondicional, sino un amor dolido, un amor que se sufre, que se lleva a cuestas como un peso porque no se atreve a acabar con su vida. El mismo Rayber reconoce que una vez intentó asesinar a su hijo pero no tuvo valor suficiente, fue un cobarde, así se siente, así lo ve también Tarwater, como un hombre blando que quiere manipularle el pensamiento, cambiarle a su antojo. El pobre Bishop, elemento de inocencia que hace resaltar la podredumbre que lo rodea, sirve como unión para los dos protagonistas. Tarwater se niega a caer en las profecías de su tío-abuelo y rehúsa bautizarle, pero al mismo tiempo la presencia del niño es una tentación constante, una representación carnal de las luchas que tanto él como Rayber mantienen.

«No temía al amor en general. Conocía su valor y cómo se podía utilizar. Lo había visto obrar transformaciones en casos en que todo lo demás había fallado, como con su pobre hermana. Nada de eso guardaba la menor relación con su situación. El amor que se apoderaba de él era de naturaleza completamente distinta. No era del tipo que pudiera emplearse para mejorar al niño o a él mismo. Era amor sin razón, amor por algo sin futuro, amor que parecía existir sólo para ser como era, imperioso y exigente, el tipo de amor que lo impulsaría a hacer el ridículo en un instante».

    Con estos personajes, de los que no me aventuraré a hablar más porque no quiero estropear la experiencia de leer sus viajes emocionales y sus finales (y creedme, merece mucho la pena) uno podría pensar que lo que se está haciendo es una crítica brutal a la religión. De hecho, ambas novelas de O'Connor, tanto esta como "Sangre sabia", pueden interpretarse en ambas direcciones. Qué cosa más extraña, pensaréis, teniendo en cuenta que O'Connor era una católica devota. ¿Recordáis lo que he mencionado antes sobre el título "Los violentos lo arrebatan"? Pues a esto es a lo que me refería.
      Me explicaré.
    En un primer vistazo, lo que todos entenderíamos leyendo el versículo que está al inicio de la entrada y del que Flannery extrajo el título para su obra, es que el reino de Dios está siendo atacado y aquellos que ejercen violencia sobre él serán los que lo arrebaten a los verdaderos creyentes. Al menos esto es lo que yo entendí, pero lo he investigado y resulta que el significado es el opuesto. Los violentos son aquí los verdaderos creyentes, los valientes que deben luchar contra el mal y expulsarlo del mundo, son, en definitiva, los salvadores, no los verdugos, pues se entiende aquí la violencia como algo positivo, una violencia "buena", guiada por Dios para luchar contra el pecado.
    Confuso, ¿verdad?
  Exactamente igual de confuso que el mensaje religioso que subyace bajo "Los violentos lo arrebatan". Tenemos a unos personajes condenados por la religión, atados a ella como un perro a un árbol, personas que no pueden huir de quienes son, no pueden huir de Dios porque la única respuesta es la redención, y esta redención, este momento de iluminación es lo único que aliviará al personaje de sus tormentos. La propia autora afirmó: «Todos mis relatos tratan sobre la gracia en un personaje que no la desea, por eso la mayoría de la gente piensa que las historias son duras, sin esperanza, brutales». También dijo que «La violencia es, de manera paradógica, capaz de devolver a la realidad a mis personajes y de prepararlos para aceptar el momento de la gracia».  
Tenemos, por tanto, una novela que critica y alaba al mismo tiempo a la religión, lo cual, en mi opinión es claro ejemplo de que O'Connor estaba tan enredada en ella como sus desgraciados personajes.
Esto hace que leerla sea una experiencia única. La visión que Flannery O'Connor nos da del mundo es tan turbia, tan sucia, tan desesperanzada y desnuda que, como bien dije al inicio, uno no puede hacer más que seguir leyendo. El estilo, como era de esperar, no se anda con florituras ni medias tintas, es rotundo, seco, como una bofetada. O'Connor destaca por su sencillez y eso en mi opinión tiene un mérito tremendo, porque si algo he aprendido de estos diez años escribiendo es que no hay nada más complicado que alcanzar una sencillez tan limpia y directa como la de O'Connor. Te dice lo que quiere decirte y no le importa si quieres oírlo o no, no le importa que sea desagradable porque es la verdad que ella quiere enseñarte, una ventana a un mundo plagado de monstruos y miserias que Flannery O'Connor, a pesar de haber estado recluida en una granja durante casi toda su vida, supo ver como no muchos pueden hacerlo.

Para mí, en el plano profesional, esta autora ha marcado un antes y un después tal y como también lo hizo Gillian Flynn en su momento, por lo que sería inútil deciros aquí que os recomiendo leerla después de todo lo que he dicho ya de ella (pero leedla, en serio, es maravillosa). Tenéis sus dos novelas y más de treinta cuentos para probarla. ¡No hay excusa!
Y hasta aquí mi opinión. Quizá me he puesto un poco más intensa de lo normal por tratarse de ella en concreto, pero si iba a volver al mundo de las opiniones literarias tenía que ser con Flannery y, en concreto, con "Los violentos lo arrebatan". Espero que os haya resultado interesante.

¡Un saludo!  

11 comentarios:

  1. Creo que a veces puede resultar difícil leer historias así, tan duras. O, aunque no sea así, no es el tipo de novelas para las que siempre es el momento oportuno. De todos modos, sé que no puedo pasar sin leer algo de esta autora en algún momento.
    Gracias por compartirlos (a Flannery y su obra) con nosotros, y me alegro de que te hayas animado a crear estas entradas de nuevo.

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  2. Y luego decías que no querías hacer reseñas, maldita seas. Convencido 100%, se viene a la lista cuando me vaya por las ramas y quiero leer cosas fuera de lo fantástico. Un abrazo^^

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  3. Esto es lo mío, directo a mi lista de lecturas a corto plazo.

    Un beso !

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    1. Guay! No te olvides avisarme cuando lo leas, que quiero saber qué te parece =D

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  4. Hola, ya estoy por aquí :D

    Ya que tengo muchas ganas de leer a O'Connor. Me parece una figura representativa y memorable del gótico sureño (aunque sé que los temas que trata en sus novelas van más allá de esta simple etiqueta) y todo lo que sea la vertiente gótica, sea cual sea su procedencia, me interesa. La curiosa vida y deficiencia física de O' Connor también me parecen interesantes y me dan un empujón más a probarla; además estuve investigando y observé que también le gustaba dibujar y hacer viñetas humorísticas riéndose un poco de todos.
    Por otra parte, yo valoro más a un creyente que, por ejemplo, tuvo un momento de crisis religiosa en el que se debatió si creer en Dios o no, y al final eligió a Dios, que a un ateo que nunca se ha preguntado si Dios existe o no. O' Connor, según nos cuentas, parece demostrar eso con esa dualidad en Los violentos lo arrebatan. Cargar contra la religión y ser devoto o creyente me parece uno de los ejercicios de introspección más loables que existen.
    Por cierto, magnifica introducción a O' Connor y/o reseña ;); como siempre, vamos.
    Un saludo.

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  5. Dicho así entran ganas de leer a la mujer, solo por el placer de ver esa sencillez a modo de bofetada, como tú dices. El problema es que yo hace ya bastante tiempo que me encuentro incómoda con las "durezas de la vida", porque cuando los problemas de la vida real superan a la ficción, el drama pierde gran parte de su atractivo. Por eso no creo que lea nada de este tipo, pero la verdad es que tiene pinta de ser una experiencia interesante.
    Me ha llamado la atención que entre la enfermedad, la religión y todo eso, la mujer tenía un gran sentido del humor...eso tiene su mérito ;)

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  6. "cuando los problemas de la vida real superan a la ficción, el drama pierde gran parte de su atractivo" Buena frase =D

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  7. No he leído ninguna novela suya, solo algún relato hace años (el archiconocido "Un hombre bueno es difícil de encontrar", por ejemplo). Me gusta cómo habla de la religión y del "mal", la violencia cotidiana con la que lo hace. Tiene algo que me hace pensar en el antiguo testamento. Por lo que he leído de ella, no parece que identifique a los personajes que cometen maldades con la maldad, y me llama mucho la atención (positivamente. Estoy acostumbrada a otras cosas por parte de autores católicos). Parece una persona religiosa a pesar de la religión, alguien que acepta todo lo que está roto en el mundo como lo que es, sin moralejas edulcoradas de redención ni frialdad indiferente ante los pecadores. No sé, muy lovely. Definitivamente las novelas van a mi lista de pendientes.

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